lunes, 18 de mayo de 2009

La Travesía del Totorore




La Travesía del “Totorore”

Encontré este artículo en Internet en el sitio de la Liga Marítima de Chile, a propósito de la Travesía el Totorore.

Artículo enviado por el Sr. Jorge Schaerer Contreras


Palabras del Embajador Carlos Appelgren Balbontín con ocasión del lanzamiento de la versión en español de la bitácora de su travesía, iniciativa conjunta de la Fundación Chilena del Pacífico, la embajada de Nueva Zelandia en Chile y el diario El Mercurio.

Gerald Stanley Clark, Gerry para todos nosotros, ornitólogo afi- cionado, naturalista, explorador y eximio navegante, escribió La Travesía del Totorore, para legarnos la historia de su viaje de más de tres años a través de algunas de las aguas más implacables y peligrosas del mundo. La travesía comprendió desde Nueva Zelanda hacia Chile; los archipiélagos al Sur de Chile y las islas sub-antárticas para luego volver a sus tierras de origen. Este osado viaje lo realizó en el “Totorore”, prión Antártico en lengua maorí, que era una pequeña embarcación diseñada por él, hecha con madera de Kauri de Nueva Zelandia, reconocida como una de las mejores maderas para la construcción de embarcaciones. Estaba aparejada como “cuter”, con un bauprés y dos quillas de lastre de 1.815 kilos. Tenía una eslora de 9,8 metros, 2,9 metros de manga y 1,3 metros de calado.

El viaje tuvo un objetivo concreto: el estudio y catastro de las aves y vida silvestre de las regiones por él visitadas.

totorore velas Ya en las primeras páginas de su libro, con gran simpleza y realismo nos advierte acerca de la necesidad de resguardo del delicado equilibrio que requiere ser protegido de nuestras “poco sabias acciones” las cuales podrían fácilmente destruirlo. Al mismo tiempo y, con gran humildad, confiesa que discutir estos temas “era como intentar arreglar el mundo. Era tan fácil ver las fallas y señalarlas, pero no era tan fácil encontrar una solución y, aún más difícil, pensar en algo al alcance de uno para subsanarlas”… Sin embargo, él la encontró.

En términos científicos y académicos los resultados de sus investigaciones, recogidas con sistemática minuciosidad, le valieron el reconocimiento tanto en Nueva Zelandia como en el resto del mundo, al constituir un aporte incalculable al patrimonio común de la humanidad, que permitirá el establecimiento de planes y programas adecuados para la conservación, el manejo y protección de especies únicas que habitan esos parajes remotos y de belleza incontestable. Específicamente en el caso de Chile, región de especial interés para él, sus estudios llamaron la atención acerca de la necesidad de establecer y mejorar programas de conservación en el archipiélago de Juan Fernández, además de llenar importantes vacíos sobre las aves que habitaban las zonas visitadas, pues muchas de ellas jamás habían sido visitadas por un ornitólogo.

Sugestivamente, “La Travesía del Totorore” constituye uno más de los eslabones que dan forma y fuerza a la ciencia ecológica moderna. Como pocas ciencias, las normas que hoy rigen la protección de nuestro medio ambiente y los recursos naturales, han tenido sus orígenes en el trabajo valiente, serio y comprometido de los llamados “aventureros”. Así, Gerry Clark, al emprender su travesía, no sólo satisfacía una curiosidad personal sino que hacía un aporte invaluable a la moderna teoría ecológica al retratar con sus expediciones e investigaciones la precariedad en la que se encuentra el principio de equilibrio en nuestro medio ambiente y la imperiosa necesidad de adoptar medidas en conjunto para tal como él señaló: “hacer lo que está a nuestro alcance, para preservarlo”.



En términos humanos, el legado de Gerry Clark es de gran valor. Tal como señala Sir Edmund Hillary al escribir el prólogo de la obra, Gerry Clark debe haber sido un hombre muy sorprendente: Hace 25 años, el 23 de febrero de 1983, al tener 56 años de edad, leva anclas y da inicio a su aventura para circunnavegar la Antártica, señalando con gran entusiasmo al inicio de su obra: “Amo el mar, amo las aves, amo la aventura. ¿Hay alguna otra manera de concederme un placer, en estos postreros años de mi vida, que emprendiendo una expedición en el grandioso mar austral?”

Queridas amigas y amigos:

En un mundo convulsionado, complejo, en el cual los ideales y especialmente la fe en el espíritu de superación del hombre son puestos en duda, visionarios como Gerry Clark nos devuelven la esperanza, sacudiendo nuestro conformismo y demostrando lo que un hombre y un proyecto personal puede hacer por la humanidad, por nuestra humanidad.

Así, a través de cada página de La Travesía del Totorore, junto con enriquecernos al adquirir conocimientos científicos dignos de especialistas, vamos de la mano de su autor en un gesto quizás involuntario de éste, recogiendo los indicios que nos ayudan a descifrar leyes de validez universal que, a mi entender, reflejan el alma de nuestros países. No en vano el epígrafe es un fragmento de un poema (The Spell of the Yukon) de Robert Service, destacado poeta, originario de otro país amigo y afín, Canadá.

Efectivamente, el libro de Gerry Clark, su impronta que, como la estela en el mar dejada por el Totorore, une a nuestros países, constituye un símbolo de los tiempos que hoy felizmente transcurren en la relación entre Nueva Zelandia y Chile. Es aquello que podríamos identificar como el acervo unifi- cador que nos ha llevado a estrechar nuestros vínculos y diseñar políticas de beneficio común para nuestros ciudadanos.

Me atrevo a afirmar, sin temor a equivocarme, que el espíritu de Gerry inspira hoy más que nunca la sólida relación que existe entre nuestros países y que simboliza la creciente vinculación entre dos regiones del mundo que, paulatinamente, han ido descubriendo lo mucho que tienen en común.

Gerry Clark, a través de su extraordinaria aventura, puso de relieve lo mejor que nos une, que no es otra cosa que una profunda identidad de propósitos y un anhelo común para alcanzar juntos el futuro cruzando, como él lo hizo, el gran mar de oportunidades que para nuestros pueblos representa el océano Pacífico.

A la edad de 72 años, en 1999, Clark desapareció con el “Totorore” en un naufragio en las islas Auckland, al sur de Nueva Zelandia. Nos queda su legado y la frase que según aquellos que lo conocieron solía decir: “Nothing is imposible with a bit of hard work, luck and… kiwi ingenuity”.

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